Hay recuerdos que huelen, otros que se ven… y después están los sonidos. El click-clack de un teclado mecánico, el chillido insoportable de un módem, el “ta-dum” del Windows 95 que te hacía sentir que podías conquistar el mundo (en resolución 640×480).
Todos estos sonidos en peligro de extinción se apagan pero no mueren: son el combustible de la nostalgia millennial. El sitio “Save the Sounds” (también conocido como Museum of Endangered Sounds) se dedica a recopilar esas joyas sonoras de los 80 y 90 que ahora viven solo en el fondo de tu memoria: desde el disquete girando con elegancia (1,44 MB de pura promesa) hasta el zumbido eléctrico de un televisor de tubo calentándose como si fuera a despegar.

Brendan Chilcutt, el creador, tiene una misión: rescatar esos ruidos antes de que el mundo se convierta en un susurro constante de pantallas táctiles y ventiladores silenciosos. Y es que los dispositivos tecnológicos tienden a ser cada vez más sutiles. Vivimos en una época aséptica, en la que hasta las tostadoras parecen diseñadas para no incomodar a nadie. ¿Más cómodo? Sí. ¿Más memorable? No tanto.
Lo más curioso es que podés entrar al sitio, elegir un sonido y escucharlo en loop como si fuera un vinilo de lujo. Incluso podés mezclar hasta 30 al mismo tiempo, por si siempre soñaste con una orquesta compuesta por un Tamagotchi, un ZX Spectrum y una máquina de escribir. Es nostalgia a demanda: como Netflix, pero para tus oídos.
Y sí, los sonidos también cuentan historias… y cuando desaparecen, se llevan un pedazo de nosotros. Así que, antes de que todo sea mute, regalate un viaje auditivo: escuchá, sonreí, y dejá que un simple “bip” te recuerde que hubo un tiempo en que hasta esperar que cargara algo tenía banda sonora.