Admito que vi el primer episodio de Fleabag después de enterarme que ganó seis premios en la última entrega de los Emmy, así que no puedo hablar como si hubiera descubierto la serie ni bien se emitía su primera temporada en el 2016. Sí puedo hablar como quien consumió sus dos temporadas en un par (solo un par) de días durante la semana pasada. Se me puede haber ido un poco la mano, pero tampoco es para tanto, cada temporada tiene seis capítulos de menos de media hora.
De Phoebe Waller-Bridge no puedo decir mucho porque solo sé que es la productora, protagonista, escritora y creadora de la serie, y solo por eso ya la quiero. Ahora la admiro, pero antes no la conocía.
¿Porqué, entonces? Nunca antes le había dado play por una razón: el argumento, frente al que me topé en varias oportunidades, no podía parecerme menos atractivo. De hecho, si estuviera a mi alcance, y necesitara “vender” la serie, no lo compartiría, no creo que un resumen de la trama le haga justicia. Tampoco me interesaba esto que se suele destacar de la serie: la ruptura de la cuarta pared. Considero que prácticamente cualquiera que se considere viviendo en el año 2019 (nota: al escribir este año ya lo siento viejo, demodé) no encuentra un valor o una novedad en este gesto.
¿Y? ¿Faltan más preguntas retóricas? No, ya casi termino la idea.
En este punto digo que me gusta Fleabag porque es diferente, pero de verdad, créanme. Si bien el qué le pasa a su protagonista (que no tiene nombre propio) engancha, atrapa menos el qué que el cómo. Es una serie que sorprende (esto también lo digo de verdad, hoy en este 2019 tan antiguo como un 2003 no se me da por mentir), y creo que lo hace porque es inteligente, porque demuestra que el relato puede ser simple y complejo a la vez, contando una historia más creíble que realista en la que no todo tiene”cerrar” perfectamente porque la elipsis lo es todo. El último ingrediente lo conforman los quienes, un conjunto de personajes con maravillosas e imprevisibles reacciones, un grupo de gente miserable, melancólica, narcisista, pusilánime y de muchos más sabores.