Hoy queremos hablar sobre la “perspectiva de género”, un concepto que se escucha mucho y que resuena cada vez más en nuestra cotidianidad, pero que se explica poco. Veamos, un poco más en concreto, qué implica.
En primer lugar, una perspectiva es un punto de vista que se adopta sobre algo. Pero eso no es lo confuso, ¿no? El género, por otra parte, es una categoría que refiere a lo femenino y a la masculino. Es decir, aunque muchas veces el sentido común relacione “perspectiva de género” con mujeres, el concepto no se relaciona necesariamente con las mujeres y las luchas de las mujeres.
Pensar y planificar políticas desde una perspectiva de género es reflexionar sobre los roles y los estereotipos que pesan sobre las personas en función de su género para no reproducirlos automáticamente. Con una mirada así, podemos desarmar los discursos según los cuales las mujeres son “mejores cuidadoras en el hogar” y los varones son “mejores para la toma de decisiones en el ámbito público”.
En el trabajo tenemos perspectiva de género cuando:
- Revisamos la composición de los equipos de trabajo. ¿Hay identidades disidentes en el espacio de trabajo?
- Reflexionamos sobre los roles y las funciones que cada quién desempeña, teniendo en cuenta su género: ¿Quién sirve el café? ¿Quién limpia y ordena las oficinas cuando se termina la jornada? ¿Quién ocupa los cargos directivos o los puestos que implican tomar decisiones estratégicas?
- Nos preguntarnos por la forma en la que se valora el desempeño en términos económicos y simbólicos de las distintas personas que integran los equipos de trabajo. ¿Hay alguna diferencia en función de su género u orientación sexual?
- Prestamos atención a las expresiones y las “humoradas” que circulan: ¿Qué chistes se hacen y qué expresiones se emplean? ¿Cómo actúan frente a estos comentarios quienes los escuchan?
Por Ilenia Arocha