La Organización Mundial de la Salud y UNICEF recomiendan el inicio de la lactancia materna durante la primera hora después del nacimiento, la lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida y la lactancia materna continuada junto con alimentación complementaria durante dos años o más.
Sabemos que la leche materna tiene innumerables beneficios para la nutrición, la salud y el desarrollo del bebé. Además ofrece una inmensa y maravillosa oportunidad, con cada mamada, piel con piel, de conectar, sostener y dar amor.
Sin embargo, es vital recordar que la calidez, la presencia, el consuelo, la seguridad, el vínculo, no dependen sólo de dar la teta, y se logran también en los casos en que no hay lactancia, pero no faltan las miradas, el contacto, el sostén, las caricias y el amor.
Aún cuando la lactancia es posible y es elegida, puede no ser fácil de lograr desde el principio, o puede no ser fácil de sostener. Las personas lactantes necesitan apoyo activo, contención, información, muchas veces de la mano de asesoramiento calificado, que las acompañe en los momentos de inicio y mantención de la lactancia. En nuestro país la Ley de Parto Respetado ampara este derecho, de recibir información sobre los beneficios de la lactancia materna y apoyo para amamantar.
En aquellas situaciones en que la lactancia, siendo deseada, no es posible, es importante contar con el apoyo y contención necesaria para transitar ese momento. En relación a esto, si hay un equipo de profesionales que interviene en los primeros encuentros del bebé con su figura referente, necesita la preparación para orientar desde la calidez y la amorosidad, teniendo especial cuidado de no generar sentimientos de culpa e inadecuación cuando no es posible dar de mamar, por la situación que fuera.
Los mandatos, la propia historia, la sociedad, imponen maneras de hacer la cosas “bien”. Se escuchan consejos hacia un lado o hacia otro, todos parecen saber cuándo, cuánto y cómo cada mamá debería hacerlo. Desde el entorno, es importante estar disponibles, acompañar, y no presionar, no culpabilizar, dejar hacer; para que cada persona lactante pueda encontrarse y confiar en su propio deseo, en su propia sabiduría, en sintonía con su bebé.
Y esto vale también para nosotras mismas, como mamás o figuras centrales en la vida de un bebé. Si a veces sentimos que no estamos pudiendo con nuestras propias exigencias, o con la imagen que tenemos de una “madre perfecta”, podemos tratarnos amorosamente, siendo amables con nosotras mismas, sabiendo que hacemos lo mejor que podemos, que damos lo mejor que tenemos. No es necesario ¡ni posible! hacerlo perfecto, alcanza con que estemos ahí con nuestra presencia y conexión.
POR LUCIANA CAVACO Y FÁTIMA PÉREZ