En los programas de redacción corporativa y comunicación asertiva que doy, cuando tengo la oportunidad de revisar mensajes reales y dar feedback, suelo encontrarme con un mal bastante común: la falta de claridad y la impersonalidad.

Muchas personas, en sus mensajes laborales, evitan decir las cosas de forma directa por miedo a que “caigan mal”. Pero eso, lejos de ayudar, termina generando confusión y desgastando vínculos. Frases como “sería ideal que se revise” no dejan claro quién tiene que hacer qué. Y copiar a media organización sin señalar destinatarios concretos, solo complica más.
El problema de esta forma evasiva de comunicarse es que diluye las responsabilidades. Nadie sabe bien a quién le toca actuar, lo que genera demoras, enojos y malentendidos. A veces se busca quedar bien con todos, pero el resultado es una conversación vaga e improductiva.
La clave está en recuperar la agencialidad: hablar desde el “yo” y pedir lo que necesitamos con claridad. No se trata de ser duros ni antipáticos, sino de comunicarnos con honestidad y eficiencia. Un “yo necesito que revises esto” es mucho más claro y evita malos entendidos.

Además, hablar con claridad fortalece las relaciones laborales. La sinceridad (no la crueldad innecesaria, claro, sino una sinceridad respetuosa y empática) genera confianza. Y una comunicación bien llevada mejora no solo los resultados, sino también el clima de trabajo. Incluso la vulnerabilidad —cuando es bien gestionada— puede abrir espacios para una colaboración más auténtica.
Mi consejo: dejemos atrás el “se podría considerar” y animémonos al “necesito X en el plazo Y”.
La claridad no resta: suma.
Comunicarnos de forma directa y empática es una herramienta poderosa para construir equipos más sanos y efectivos.
Por Sofía Pazos

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