Te compartimos un compendio de mandatos de la masculinidad que estuvimos revisando en redes durante los últimos meses.
La famosa frase de “Mujer se hace, no se nace” tiene su reverso para los varones, porque la masculinidad también se construye. En esta oportunidad queremos hablar sobre los mandatos de la masculinidad.
Así como para las mujeres hay ciertas “presiones sociales” o mandatos relacionados con lo que se espera de ellas como, por ejemplo, el de la belleza hegemónica (estar siempre arreglada, ser delgada), también hay otros mandatos o expectativas que pesan sobre los varones.
1. UN VARÓN ES AUTOSUFICIENTE: Este mandato les impone a los varones hacer todo solos, no necesitar ayuda, no depender ni confiar en nadie, tener el control, seguir e imponer las propias reglas sobre los demás. Un paso más adelante, este mandato se convierte en el privilegio masculino de ejercer poder, dominio y control, en un atributo intrínseco a la masculinidad.
2. UN VARÓN NO MUESTRA SUS EMOCIONES: La construcción de la masculinidad normativa implica presiones y límites en ciertas manifestaciones de la emotividad, en particular, las relativas al miedo, la tristeza y la ternura, es decir, aquellas entendidas como femeninas. En cambio, sí tienen habilitada la expresión de la ira, del enojo, de la bronca, que son emociones del patrimonio social masculino y que también generan una sanción en caso de expresarlas una mujer.
En una investigación (MSAL, 2018) con varones adolescentes, la mayoría reconoció haber recibido alguna vez el mensaje de “no llorar”, sin embargo, apareció con mucha más presencia el mensaje del mundo adulto de “no dejarse pisar” y de “defenderse siempre”, con cierto incentivo a la violencia.
3. UN VARÓN ES RACIONAL: A los varones se los considera más aptos para trabajos que implican responsabilidad, aquellos relacionados con la ciencia, la cultura o la política y, por tanto, gozan de mayor dominio del espacio público. El monopolio de la palabra masculina puede verse en los ambientes más diversos: en las reuniones familiares, en el acoso callejero, en la política.
La palabra de los varones sigue valiendo más y esto es porque la razón se sigue considerando masculina. Un ejemplo de esto es el androcentrismo de la ciencia: desde hace siglos, la producción válida de saber está dominada por varones.
4. UN VARÓN ES PROTECTOR: Esta “protección” se ejerce, especialmente, con las mujeres. Esta supuesta cortesía o caballerosidad, atribuida a la masculinidad hegemónica, les quita a las mujeres el reconocimiento en tanto sujetas semejantes y las pone en un lugar de fragilidad e inferioridad, lo que ocasionalmente las convierte en objetos valiosos a conseguir y defender.
En este caso, la protección no está vinculada al cuidado (asumido como femenino), sino al sentido de propiedad, lo que se puede tornar fácilmente en un ejercicio de poder y control sobre ellas. El ejemplo más representativo de esto son algunas de las formas de la violencia de género: revisarle el celular, no respetar su privacidad, controlar cómo se viste, a dónde va y con quién.
5. UN VARÓN ES HETEROSEXUAL: A los varones les tienen que gustar las mujeres. Esto incluye la motivación de una iniciación sexual temprana, la presión de tener múltiples conquistas amorosas, la obligación de estar siempre dispuesto a tener relaciones sexuales, más allá del propio deseo erótico y, además, con buen rendimiento.
También incluye la imposibilidad de negarse ante la seducción sexual de una mujer. Si esto no es así, serán sancionados a través de distintas formas de discriminación como, por ejemplo, insultos. Por otra parte, si bien recaen sobre los varones presiones de heterosexualidad y rendimiento, su sexualidad no es moralizada y custodiada, pueden vivirla más tempranamente, de forma activa y exenta de vigilancia. En contraposición, la sexualidad de las mujeres suele ser tutelada, reproductora, proscripta, sancionada y violentada, y en general son los hombres quienes se encargan de hacerlo. Las libertades que gozan los varones en el ejercicio de su sexualidad se ven reflejadas en el hecho de que son ellos quienes suelen tomar la iniciativa en las relaciones sexuales para que sean como y cuando ellos quieren. El deber de “conquistar” a veces deviene en insistencias y abusos.
6. UN VARÓN ES COMPETITIVO: La naturalización de las ambiciones de poder de los varones les otorga una posición ventajosa. Si la misma ambición o anhelo de poder lo encarnara una mujer, puede que sea sancionada socialmente. Los mandatos de ser una persona importante y de competir para ganar están muy presentes en la socialización masculina, del mismo modo que lo están la búsqueda de protagonismo, la valorización de la jerarquía y del individualismo en detrimento de lo colaborativo.
Parecería ser que la masculinidad se mide a través del éxito, del poder y de la admiración que uno es capaz de despertar en los demás.
7. UN VARÓN ES PROCREADOR: Si bien existe para los varones este mandato como ritual de pasaje al mundo adulto asociado al mandato de proveedor, un varón será mucho menos señalado (comparativamente) si decide no ser padre, si decide hacerlo en la madurez, o no cumplir con las expectativas sociales del rol paterno que, en términos de cuidados, son muy pocas.
Esto puede verse en la legislación argentina que otorga a la madre una licencia de noventa días, mientras que el padre tiene sólo dos días corridos (lo mismo que para rendir un examen). Esta ley no sólo no reconoce el derecho de los varones a compartir tiempo con sus hijos/as, sino que también reproduce la desigualdad de género al naturalizar el cuidado como una responsabilidad exclusiva de las mujeres. Esta normativa desigual también puede funcionar como barrera discriminatoria en el mercado laboral, ya que muchas empresas prefieren no contratar mujeres para no afrontar esas licencias.
8. UN VARÓN ES PROVEEDOR: Este mandato no solo aleja a los varones del trabajo no remunerado dentro del hogar, que fundamentalmente queda a cargo de las mujeres, sino que, además, les permite manejar los ingresos familiares, ejercer el poder sobre los demás miembros de la familia e imponer sus reglas para la convivencia. Cabe destacar que los varones gozan de una mejor inserción en el mercado laboral.
La posibilidad de trabajar fuera del hogar también es una fuente de ampliación de libertades. El trabajo productivo es generador de poder económico y social, de estatus y de prestigio, produce bienes materiales y/o servicios que, en su mayoría, manejan los varones. En contraposición, las mujeres siguen accediendo a trabajos más precarizados, informales y ligados al cuidado de otros/as.
Fuente: Instituto de Masculinidades y Cambio Social: Instituto MaCS
Por Ilenia Arocha