La memoria, garante de nuestros recuerdos que nos permite revivir aquellos momentos que construyen nuestra historia, a menudo se considera como un depósito de imágenes 100% reales. Sin embargo, al analizar esta consideración, damos con una verdad incómoda: la memoria es todo menos fiable.
Elizabeth Loftus, psicóloga especializada en el tema, sostiene que los recuerdos se pueden moldear, distorsionar e incluso manipular. Esta idea, en principio lógica, no es menor ya que, por ejemplo, deja en evidencia que la idea de que los testigos en juicios pueden ser medios de prueba indirectos es algo a revisar. Es más, si esto es así, tenemos que considerar que los recuerdos que configuran nuestra identidad pueden ser ciertos, o bien totalmente falsos.
Como la sensación de recordar no distingue entre memorias falsas y otras “objetivamente” verdaderas, es muy difícil que aceptemos que no podemos fiarnos de nuestro supuesto archivo mental. Para Christopher Chabris y Daniel Simons la ilusión de memoria nos lleva a suponer -a menos que recibamos una evidencia directa en contrario- que nuestros recuerdos, creencias y acciones son mutuamente coherentes y estables en el tiempo. Es decir, no solo es posible que evoquemos experiencias adulteradas, también puede que estas memorias sufran de otras alteraciones con el pasar de los días.
Si en este momento te encontrás enemistada/o o enojada/o con alguien, probablemente puedas traer a la mente rápidamente la causa del conflicto, pero seguramente pierdas de vista una gran cantidad de cuestiones que ocurrieron a las que simplemente no atendiste.
Como solemos decir en actividades de comunicación: el conflicto es inevitable. No solo porque tenemos una mirada particular (a veces totalmente contrapuesta a las demás) y debemos trazar acuerdos sobre lo que vemos del mundo, sino porque lo que recordamos acerca de lo que vemos/oímos y sentimos suma otra capa de subjetividad al asunto. Pero, además, los conflictos, como todo recuerdo emotivo, tienen mayores probabilidades de inducir recuerdos fuertes y vívidos, al margen de si son exactos o no. Volver atrás en peleas de este tipo se hace difícil porque implica reconocernos orgullosas y orgullosos.
Admitir que hemos opinado o dicho algo incorrecto puede ser un golpe duro, ¿por qué? Porque a pesar de todo lo que podamos llegar a decir, vivimos el error y las equivocaciones como excepcionales y no como imponderables con los que debemos contar.
Dicho todo esto, podemos concluir que:
- la memoria es esa persona a quien queremos pero con quien evitaríamos tener algún tema de dinero de por medio;
- toda discusión tiene, al menos, dos miradas…y lo más probable es que ninguna sea fiable ni estable;
- Errare humanum est… y punto.
POR SOFÍA PAZOS