En breve definimos qué es bartelbiar, calma.
Esta semana, por la maldita costumbre que tienen algunas personas de cumplir años, me encontré en un mismo día con más de un vendedor que no vendía, con personas que decidieron no buscar el producto que yo solicitaba o adivinar sus características sin acercarse siquiera a leer lo que su caja indicaba.
Es cierto que me apersoné a última hora en esos locales, cuando todas y todos quieren irse a sus casas. Pero el tema es que ese deseo de ir a preparar la cena antes de ensobrarse vale para ambas partes.
En todas esas interacciones me sentí hablando con Bartleby, personaje que da título a la novela corta de Melville en la que su protagonista, un copista, repite, ante cualquier solicitud que no implique necesariamente copiar, la frase “preferiría no hacerlo“. ¿Estamos en estos casos también frente a personajes en los que crece una nada de voluntad como aseguró Deleuze que sucedía con Bartleby?
Hace poco presencié una discusión entre una cliente y un cajero en un local de comida rápida que escaló porque el cajero decidió abstraerse de la situación, dejar de hablar y de actuar, ignorar a la persona que tenía en frente, porque la compra había sido algo accidentada y tenía que anularla.
Fue increíble su reacción, evidentemente se sintió atrapado y muy enojado… y la bartlebió fuerte.
¿Es el final de la tarde la peor hora para comprar? Sin dudas. Ahora bien, ¿esto tiene que generar malas experiencias en compradores y también en vendedores? Quizás la respuesta no está únicamente relacionada con el cansancio ni con la falta de criterio (que, como bien saben, es el principal motivo que desmoraliza a las y los clientes), sino con la “renuncia silenciosa“. Según un informe de Bumeran publicado este año, el 41% de las trabajadoras y los trabajadores argentinos experimenta este fenómeno. El término en verdad es una traducción del inglés “quiet quitting” e implica realizar, durante el horario laboral, lo mínimo indispensable. ¿A que te hace sentido?
Estas personas (y hablo en tercera persona del plural aunque puede que vos seas una de ellas) posiblemente no se sientan valoradas, reconocidas ni motivadas. Pero hay otras potenciales causas que en la encuesta mencionada aparecen, aunque en menor porcentaje, y ahí no solo se habla de incompatibilidad entre los valores personales y los organizacionales, sino de ambientes de trabajo tóxicos.
Lo que pasa es que este dolor que se traduce en renuncia en un comercio de venta al público se vuelve tan evidente que puede convertirse en algo gracioso. Me acuerdo de una vez en la que mi mamá me contó que, ante la necesidad de sellar muchos papeles en una oficina pública, la empleada le solicitó que fuera pasando las hojas, y a buen ritmo, para que ella sólo tuviera que sellarlas.
El problema de esta atención desganada es que genera una confrontación extra con un otro que ingresa al local, también cansado, también agobiado, etc. En casos así, la desidia se evidencia y genera un enojo que enciende la llama de una pelea en la que el cliente es involucrado pero por estar en el momento y el lugar equivocados. Y una vez que eso se desata, hay que poner una dosis extra de voluntad, ya que las peleas crean una bola de nieve que es más difícil de frenar.
Conclusión: a última hora del día, buena cara. Si no te gusta, no hay conclusión, tengo fiaca.
POR SOFÍA PAZOS
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