Muy a menudo nos encontramos en distintas capacitaciones y reuniones de consultoría hablando sobre el “multitasking”. Por lo general, el término es visto con buenos ojos. No solo se valora la habilidad de “realizar varias cosas al mismo tiempo”, sino que en ocasiones parecería ser una condición necesaria para la productividad. Es más, en las encuestas que realizamos (dentro de encuentros enfocados en la administración del tiempo), entre un 60% y un 90% de las y los participantes dice considerarse multitasker.
¿Cómo es que el multitasking se convirtió en una realidad, incluso en un valor? Este concepto se origina en la informática para referirse a computadoras con varios núcleos de procesamiento que pueden realizar más de una tarea a la vez. Exacto: una computadora con varios núcleos, realizando tareas de manera automática sin interrupciones y sin tener que gestionar prioridades.
Si bien es cierto que nuestra mente tiene dos procesadores, por llamarlos de alguna manera, solo podemos realizar al mismo tiempo una tarea consciente y otra inconsciente. ¿Somos capaces de caminar y mascar chicle a la vez? Sí, creo que sí. ¿Podemos hablar por teléfono y manejar? Lo ideal sería que no, ya que aumentamos un 40% la probabilidad de sufrir un accidente. ¿Y si escribo un mail mientras escucho a una amiga contarme un problema que está teniendo en el trabajo? Dale, ni vos te la creés.
Byung-Chul Han en La sociedad del cansancio sostiene que el multitasking es, efectivamente, una habilidad humana, solo que ligada a la supervivencia, lo que lleva a las personas a un estado de pura agitación. Para este filósofo, quienes vivimos en el siglo XXI lo hacemos bajo el imperativo del rendimiento que solo tiene razón de ser en un escenario como este en el que prima un sentimiento de libertad y una percepción de pura potencialidad. Hay tanto por hacer y tan pocos límites que, ¿por qué no hacerlo TODO? Por eso, un sujeto obligado a aportar rendimiento se explota a sí mismo hasta sufrir un burnout.
Si bien solemos traducir este término como “agotamiento”, la traducción literal de bounout es “estar quemado/a”. De hecho, la metáfora del incendio surge frecuentemente dentro de las organizaciones. Como toda metáfora de la vida cotidiana, no es casual ni gratuita (como bien explican Lakoff y Johnson en Metáforas de la vida cotidiana). Si “las tareas queman”, si “vivimos apagando incendios”, si “estamos quemados/as”, nos estamos yendo por el camino de la productividad, estamos convirtiendo una catástrofe (un evento que se prende y apaga) en un estado crónico.
Por Sofía Pazos
Si querés descargar este artículo, hacé click acá.