Con el comienzo de las clases, se inician en todos los hogares verdaderos campos de batalla. El claro desencadenante es la temida tarea. ¡Qué momento!, ¿no?
Para librar estas batallas no hay recetas mágicas, pero sí formas de organizar el espacio/ tiempo que permiten sobrevivir a las demandas del aprendizaje. Antes que nada, debemos tener en cuenta que a menor edad del niño/a, mayor debe ser la presencia de las personas adultas en estas instancias (que también son de aprendizaje).
Bueno, retomemos el tema de la organización del lugar, ¿qué debemos tener en cuenta al pensar en un espacio de estudio? Principalmente que sea un espacio donde se puedan controlar, en la medida de lo posible, los estímulos: sonidos, pantallas, hermanos. Recordemos que, para poder estudiar o hacer tarea, requerimos de la atención (que es el proceso cognitivo que nos permite orientarnos hacia los estímulos relevantes y procesarlos para poder responder de manera eficiente).
Pero… la atención es limitada y de carácter voluntario. Por lo tanto, es fácil distraerse si hay una pantalla prendida, si hay otros integrantes de la familia hablando, etc.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
- Buscar un espacio bien iluminado que no sea de tránsito.
- Controlar los estímulos distractores.
- Fijar un espacio para que sea siempre el mismo. Esto ayudará a que el cerebro asocie ese lugar con el estudio y a adquirir buenos hábitos y concentrarse con mayor facilidad.
- Si se tiene un escritorio propio, que sea funcional y lo suficientemente grande como para tener a mano el material que se necesita.
- Si no se cuenta con la posibilidad de un espacio propio, es importante establecer acuerdos en la familia en cuanto días y horarios para que en ese momento no haya interferencias entre el niño/a y su estudio.
Por Virginia Romero