El otro día vi un posteo en Instagram que mostraba al actor Julio Chávez siendo entrevistado en la radio con Matías Martín. Y me lo guardé entre mis favoritos.
El actor trajo una reflexión que vale para todos los ámbitos y es sobre el ocultamiento de uno de los espacios más importantes en la vida: el de la dificultad.
Hoy por hoy se trata de si podés o no podés, señaló. No hay un espacio en el medio, que es el del trabajo, que ocupa una temporalidad, que comienza con una pregunta que luego se despliega en el tiempo, que construye una historia sobre lo que tenés que hacer.
Estamos en un tiempo en el que lo que importa es producir y producir, a altas velocidades. En ese contexto, se puede o no se puede. Si no se puede, se deja, punto. Dedicarle más tiempo a poder, es ser improductivo.
Así se obtura el espacio de la dificultad y cuando eso pasa se anula como posibilidad de traer algo nuevo.
¿Cuántas cosas, en nuestras organizaciones, en nuestros equipos, dejamos atrás porque implican una dificultad y abordarla nos tilda de improductivos?
Encontrar dificultades no está bien visto. Hay que resolverlas, cuanto antes mejor, y mejor aún si logramos que no se noten.
No está permitido el tiempo para ensayar, de verdad, equivocándonos, dándole el lugar que requiere a aquello que no entendemos.
Además si solo entendemos lo que hicimos cuando ya lo hemos hecho (a lo Karl E. Weick) y no tenemos tampoco tiempo para mirar retrospectivamente, ¿cómo mejoraremos lo próximo por hacer?, ¿cómo podremos compartirlo con nuestros colegas y así construir parte del conocimiento organizacional?
Abramos el tiempo, dejémoslo ocurrir, transcurrir, dar sus frutos, paso a paso, que ya podremos retomar la “productividad”.
Mientras tanto no habremos entregado algo de lo que nos define como personas y colectivos: la posibilidad de aprender.
Por Paula M. Bianchi