¿Sólo dos géneros posibles? El problema es el binarismo.
Hoy les traemos una película, Girl (Lukas Dhont, 2018) irregular dentro de su categoría de cine LGTBIQ+ porque nos presenta un escenario bastante “ideal” para una persona transgénero. Por un lado, un entorno familiar formado por un padre que acepta, apoya y acompaña a la joven Lara de 16 años como sujeto de sus propias decisiones, por otro, el costeo de un costoso tratamiento médico y quirúrgico y, finalmente, la posibilidad de estudiar lo que desea, que es el ballet.
Esta es una situación bastante excepcional para este colectivo, al menos en Argentina donde, justamente, uno de los problemas que hay alrededor de la recientemente sancionada Ley de Cupo TRANS, es que dicha población suele abandonar sus estudios por diversos motivos, principalmente por las violencias que padecen, lo que se vuelve un problema al momento de acceder al mundo laboral. Así, “al tiempo que constituye un avance titánico en términos de derechos para la población trans, también tiene límites evidentes. Todos los resultados de las encuestas realizadas muestran que, producto de distintos factores, el sistema educativo es expulsivo hacia las personas cuyas identidades de género se alejan de la heteronorma. En ese sentido, si bien la ley existe, una gran parte de la población a la que apunta no puede gozar de ese derecho debido a que no cumplen con los requisitos mínimos para ocupar un cargo en el sector público” (Fuente: ECOFEMINITA).
En el contexto internacional, según los datos del Observatorio de Personas Trans Asesinadas, de los 2115 homicidios reportados entre enero de 2008 y abril de 2016 en todas las regiones del mundo, 1.654 ocurrieron en América latina, lo que representa el 78% de los crímenes de odio reportados a nivel mundial. En la región, de 23 países en América Central y del Sur, Argentina se encuentra sexta en cantidad de muertes de personas trans representando las mujeres trans el 94% del total; cabe señalar el sub registro de muchos países producto del no reconocimiento de la identidad de género de las personas travestis, transexuales y transgéneros.
Sin embargo, el film del que estamos hablando es belga y tiene el mérito de mostrar que, aun contando con un entorno medianamente favorable, buscar la aceptación de cuerpos adecuados a la heteronorma y no su ruptura tal vez no sea el horizonte hacia el cual caminar.
En la escena en la que un profesor le pregunta a las compañeras de clase si les “molesta” que Lara use el baño de mujeres, pareciera que el foco está puesto en un lugar más allá de la violencia que esa pregunta implica: es la división entre “hombres” y “mujeres”, tan naturalizada y normalizada la que se manifiesta como el conflicto central que da sentido al film.
La experiencia de Lara parece sugerirnos que hasta no quebrar los rígidos esquemas mentales y epistemológicos que nos hacen interpretar y clasificar a los cuerpos en términos binarios, dentro de un mundo en el que parece que pueden existir solo dos sexos y nada más que dos géneros, no habrá paz externa ni interna. Lo que la atormenta es la idea biologicista de que es el cuerpo anatómico el que determina el género y que los órganos sexuales tienen que ir siempre en “correspondencia” con un género para que la identidad sea “verdadera” porque, en caso contrario, solo puede haber angustia, hostigamiento y monstruosidad.
Susy Shock, activista trans reivindica la monstruosidad de “no encajar” ni querer hacerlo. Y, aunque probablemente el director belga no esté pensando en Susy, el problema que “Girl” retrata es el que implica movernos dentro de patrones culturales que proponen que leamos el cuerpo propio y el ajeno a partir de un principio axiomático básico e indiscutible: que en este mundo sólo pueden haber dos combinaciones sexo-género posibles (hombres y mujeres). Porque mientras reproduzcamos en nuestras mentes y en nuestra materialidad que sólo pueden –y deben- haber dos sexos y dos géneros, sólo estamos cambiando de cadenas y no rompiendo con la opresión.
POR ILENIA AROCHA